La arquitectura de Ourense es mal conocida
por no ser una ciudad destino si no una ciudad de paso. La gran mayoría de visitantes que llegan a Galicia por esta parte se dirigen a las Rías Baixas, Vigo o Santiago sin detenerse.
Fue a partir de finales del siglo XIX cuando
la ciudad crece, evolucionando como dependiente del mundo rural que la rodea, a otro
comercial y de servicios, con estilo de capital y señorío. La burguesía, en su mayoría
foránea (asturianos, catalanes, aragoneses, castellanos, etc.), instalan aquí
sus negocios y residencia en los años
1860/70, embelleciendo el conjunto con edificios significativos que harán de
Ourense punto de referencia en cuanto a su valor arquitectónico se refiere.
Citar: los Villanueva, Aguirre, Zarauza, Perille y Freijanes, ferreteros; Cuevas ,
Tabarés y Eire, alimentación; Simeón,
Populares, Felipe Santiago, Román y
Celso Ferro, textil ; Feliciano Pérez Bobo, quincalla, etc.
De la iniciativa de esta burguesía surge una nueva arquitectura doméstica o de viviendas, de
especial atención a las “fachadas”,
ya que se pretende representar al exterior el bienestar económico
de la familia, y que sirva, al mismo tiempo, de reclamo visual y propagandístico de sus
negocios. Esta fase del urbanismo
ourensano se desarrolla entre los años 1880 y 1934, y podemos
considerar tres momentos en la
evolución de su arquitectura:
1º)- 1880/ 1905
La arquitectura de fachadas supone un cambio radical en la arquitectura de viviendas, en relación
con las etapas precedentes.
No hay un estilo definido, sino que se sigue
una línea eclecticista. La fachada está delimitada por uno o dos ejes de simetría, balcones corridos
en primera planta, alternando con individuales, y galerías en las siguientes. Se
emplean sillares de granito, con talla y ornamentación de gran calidad, y balcones de hierro fundido, de Malingre. La
ornamentación es discreta por la dificultad de la piedra, y está presente en
zócalos, impostas, cornisas y pilastras, con motivos de la naturaleza, flora y
fauna. Los edificios suelen ostentar un emblema alusivo al negocio en el remate
central, y símbolos alusivos al Comercio e
Industria.
Corresponden a esta etapa los edificios de
“Ferretería Villanueva” (34), Casa Fábrega, y Casa Anta(111), del
Progreso, y la “Casa de los Temes”, y Edificio Eparribay, de
Santo Domingo, entre otros. Como Arquitectos, destacarían Queralt, Antonio
Crespo, y Jenaro de la Fuente.
2º)-1905/1925
Se inicia aquí una tendencia modernista, con influencia Wagneriana, de sello
vienés, es decir, con más ornamentación.
Si
el edificio está en la calle del Paseo, el cuerpo central se termina
con un artístico remate
decorativo. En las demás calles, dicho remate es sustituido por balaustrada
corrida.
Corresponden a esta etapa, entre
otros, los edificios de Los Populares(2), Román(4),
Hotel Miño( ) y Felipe
Santiago(15), de la calle del Paseo; edificio Junquera, de la Alameda; de Fermin Garcia, de la Plaza Mayor; edificio Aguirre,
de la calle Concordia, y el nº de la
Plaza do Trigo.
Como Arquitectos destacaría, Vázquez-Gulías, a quien se deben
la mayoría de los principales proyectos, y Antonio Crespo, autor de
estos dos últimos.
3º)-1925/1934
Sigue
el eclecticismo de los años 20,
pero influenciado por el pasado.
Aparecen las nuevas tecnologías: el hormigón
armado y el ascensor. Esto permite que los edificios tengan un mayor número de
plantas, por lo que ganan en altura. La primera casa de hormigón en construirse
fue la nº de Concordia, en 1921.
En esta época se avanza hacia lo abstracto
en detrimento de la ornamentación floral, que
pasa a considerarse un síntoma de incultura. Se va abandonando lo
tradicional por lo cosmopolita.
A finales de esta etapa se empieza a dar
más importancia al interior de las edificaciones, adaptándolo al uso y destino que se les va dar. Se termina la etapa del moderno eclecticismo y se
inicia la de la racionalización. El edificio de Eloy Viso del Progreso(45),
construido en el año 1931, cierra aquella
etapa. En 1934 se construye
el primer edificio del racionalismo, el llamado “Marquina” de la calle
del Paseo.
Corresponden a esta etapa del eclecticismo
moderno los edificios de Alfredo Romero, Aguirre(nº9 Concordia), los
edificios Casa de los Conde, y nº19, 36 y 37, Casa Moreiras(36) y La Ibense(37),de la calle del Paseo,
entre otros. Como arquitectos destacaría
Conde Fidalgo, autor de la mayoría
de los proyectos de este período.
Los autores de las singulares obras
arquitectónicas de este período, auténticas joyas de la arquitectura de la
ciudad, y seña de identidad de la misma, han optado por soluciones
eclecticistas, con tendencia modernista y, finalmente, racionalista, sin que
en su obra no esté
presente, en ningún momento, su interés por evolucionar hacia una arquitectura realmente gallega, recuperando elementos
tradicionales.